—Caballero, por si todavía no se ha dado cuenta, no deseo
hablar con usted.
— ¿Por qué? —preguntó el desconocido con descaro.
—Estoy leyendo.
—No, señor.
— ¿Cómo dice?
—No está leyendo. Quizás crea que está leyendo. Pero leer es
otra cosa.
—Bueno, de acuerdo, no tengo ningún interés en escuchar sus
profundas consideraciones sobre la lectura. Me está poniendo nervioso. Incluso
suponiendo que no estuviera leyendo, no deseo hablar con usted.
—Enseguida se nota cuando alguien está leyendo. El que lee,
el que lee de verdad, está en otra parte. Y usted, caballero, estaba aquí.
— ¡Si supiera hasta qué punto lo lamento! Sobre todo desde
que ha llegado usted.
—Sí, la vida está llena de estos pequeños sinsabores que la
perturban de un modo negativo. Mucho más que los problemas metafísicos, son las
ínfimas contrariedades las que nos muestran el lado absurdo de la existencia.
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